Cartel:
Ver SitioEn 1.977, Brel regresó a París, después de diez años de ausencia. Diez años esperando a la muerte. Grabó la que fuera su última canción, Les Marquises, en una toma única. Su fragilidad no le permitió repetirla. Aquel mismo día, en el teatro Olympia, el que fuera testigo de sus grandes éxitos, debutaba la nueva sensación del momento, un músico argentino, revolucionario y genial.
Se llamaba Astor Piazzolla. Jacques Brel, al finalizar la grabación, pensaba dirigirse a su encuentro. Pero el coche lo acercó al hospital más cercano. Murió. Nunca llegaron a conocerse.
En este recital nocturno ambos compartirán finalmente escenario, guiados por la soberbia, por la Insolencia desbordada de un actor de tres al cuarto. Dice el viejo proverbio que â la estupidez es atrevida . La Insolencia lo es aún más.
Y, llevados de esa misma estupidez insolente, hemos colocado un arrabalero bandoneón a la derecha y, a la izquierda, los acordes nostálgicos del acordeón parisino. O viceversa.
Porque, al igual que ellos proclamaron siempre, es obligatorio soñar.
Soñar lo imposible, Lo imposible Soñar.
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